Das Zweite Spanische Lesebuch (Spanische Lesebücher)
primer ministro - Premierminister, der
68. provincia - Provinz, die
69. puesto - Posten, der
70. receptor - Hörer, der
71. religión - Religion, die
72. repartir - aufteilen
73. resistir - Widerstand leisten
74. revolución - Revolution, die
75. rey - König, der
76. sanidad - Gesundheitswesen, das
77. satélite - Satellit, der
78. señalando - zeigend
79. señaló - zeigte
80. seriamente - ernst
81. sintió - fühlte
82. sonando - klingelnd
83. sufrimiento - Leiden, das
84. último – letzte, letzter, letztes
85. vecino - benachbart
86. velocidad - Geschwindigkeit, die
87. vendados - verbunden
88. vivo - lebendig
89. zapatos - Schuhe, die
A un T iro de P iedra del D estino
Lisa fue tras Peter Ashur. En la calle se produjo un tiroteo. Paul se levantó y miró por la ventana. Todo lo sucedido parecía un sueño. De repente se dio cuenta de que se había quedado solo en medio de África. El tiempo se había detenido y él se detuvo con él. La gente a su alrededor, tumbada, lo miraba. Los médicos los estaban atendiendo, pero él no percibía a nadie. Repentinamente se preguntó qué estaba haciendo allí, en un pequeño pueblo en medio del Sáhara. En ese momento la puerta se abrió y entró un hombre. Todos lo miraron inmediatamente. Muammar Gaddafi caminó despacio hacia el centro de la habitación. Tenía la cabeza y el brazo vendados. Aunque su cara mostraba sufrimiento, no le prestaba atención. En su mirada había autoridad y poder. El hombre que había gobernado el país durante más de cuarenta años todavía estaba preparado para luchar. Miró a las personas de la sala y señaló a su asistente con la mano. Su asistente se acercó a él y abrió una caja que llevaba en las manos. Gaddafi sacó una medalla y se la puso a uno de los médicos.
"Hay una conspiración para ganar control sobre el petróleo libio y ocupar nuestra tierra,” dijo, mirando a los médicos, “Las mujeres deberían prepararse para la guerra en sus propios hogares. Deben aprender a colocar bombas en armarios, bolsas, zapatos, juguetes de niños.” Cogió otra medalla y se la puso a otro doctor, “Gaddafi no es un presidente normal que simplemente se iría - él es el líder de la revolución. Soy un líder internacional, el maestro de las normas del mundo árabe, y el rey de los reyes de África.” Muammar Gaddafi sacó una pistola y la elevó por encima de su cabeza. Se acercó a Paul Rost: “El diablo está en el capitalismo, en la dictadura. Esas son fuerzas malvadas, intentando arrastrar a los hombres bajo su control.” En ese momento, el teléfono de Rost sonó. Rost sacó el teléfono mecánicamente, pero Gaddafi se lo quitó de las manos y continuó hablando en el receptor: “No existe un solo estado democrático en el mundo excepto Libia. Y solo hay una religión - el Islam. Todos los que piensen otra cosa - simplemente son unos perdedores,” Gaddafi devolvió el teléfono a Rost y separó la pistola. Sacó una medalla de la caja y se la puso a Paul. Gaddafi caminó hasta el centro de la sala: “Durante cuatro meses -¡cuatro meses! - habéis estado bombardeando nuestro país y matando libios, y todos tienen demasiado miedo para pronunciar una sola palabra de condenación,” se cubrió la cara con las manos y permaneció así durante unos segundos. A continuación bajó las manos y caminó hacia la puerta. Antes de irse miró a las personas de la sala: “Si la muerte es un hombre, entonces debemos resistir hasta el fin, pero si es una mujer, deberíamos rendirnos ante ella en el último momento,” dijo Muammar Gaddafi, y abandonó la sala. En ese momento hubo una explosión y Rost cayó al suelo. Después se levantó lentamente y salió del edificio. El edificio había sido gravemente dañado por la explosión. Caminó lentamente por la calle. De vez en cuando, pasaban personas corriendo a su lado sin mirarlo. Alguien estaba disparando una pistola automática cerca de él. Escuchó algún tipo de sonido, pero no pudo entender qué era. A veces el humo cubría la calle y no podía ver nada. El sonido se acercaba. Después giró la cabeza y vio que un coche se había detenido a su lado. Lisa Pandora le gritó algo a través de la ventanilla. Pero todo parecía moverse a cámara lenta, y no pudo comprender qué decía. Lisa salió lentamente del coche y corrió hacia a él. Lo empujó y ambos
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