Das Zweite Spanische Lesebuch (Spanische Lesebücher)
viandante huyó. El policía sacó la pistola.
"Que aproveche," dijo el policía, "Ahora pagad la comida," añadió, apuntando con su pistola a los adolescentes. Los adolescentes miraron al policía atemorizados.
"Tenéis diez segundos para pagar la comida," dijo al adolescente de la navaja.
"No tengo dinero," dijo el adolescente, y ocultó la navaja.
"Tampoco tienes cerebro, aunque tengas una navaja," dijo el policía, sonriendo, "Ponte de rodillas," añadió. Al policía le gustaba la situación. Sabía cómo romper la resistencia de las personas con su voz y expresiones faciales. "¡Contaré hasta tres y te dispararé entre los ojos! ¡Tres!" el adolescente cayó de rodillas, "Orina sobre él," Dijo quedamente el policía a otro de los adolescentes. El adolescente orinó sobre el que estaba de rodillas. El policía miró atentamente las caras de los demás, de la forma en que un amo mira a sus perros de pelea. Había roto su resistencia y le obedecían completamente. Disfrutaba con sus emociones, su miedo. Estaba seguro de que estaban preparados para obedecerlo completamente y cumplir cualquiera de sus órdenes. "Perdeos," dijo en voz tan baja que apenas se le oía, y guardó la pistola. Los adolescentes desaparecieron rápidamente. Todos excepto uno, que fue hacia el policía y le entregó algún dinero.
"¿Cuánto?" preguntó el policía.
"Vendí doce dosis," contestó el adolescente.
"¿Por qué tan poco, Kent?" protestó el policía, contando el dinero, "Aprende a trabajar más rápido. Adiós," dijo al adolescente, quien se fue rápidamente. El policía salió del callejón y montó en el coche. Condujo a lo largo de una manzana y se detuvo en el cruce.
En el otro lado, Stravinsky llevaba una silla de ruedas por la acera. Rost iba sentado en la silla. Se detuvieron en un semáforo y esperaron a que se pusiera en verde. Stravinsky miró hacia un lado y vio un coche de policía detenido en el cruce. El policía también lo miró. Stravinsky se dobló sobre Rost y le ajustó la manta sobre las piernas. La luz se volvió verde y el coche de policía avanzó despacio por el cruce y se fue. Stravinsky empujó la silla de ruedas por el cruce y después por la acera. Los viandantes no le prestaban atención, pero si alguno hubiera mirado al pavimento habría visto las manchas de sangre que iban dejando atrás. Un conductor fue más atento. Salió del coche y se dirigió a la acera. Tocó las gotas de sangre con su zapato marrón y miró hacia aquellas dos personas. Después se metió en el coche y se fue. Cayó la noche. En una farmacia, el vendedor estaba tumbado en el suelo, pero no estaba dormido, sino que miraba a un hombre que estaba sentado en una silla. Las manos del vendedor estaban atadas a su espalda con celo. Stravinsky se sentó en una silla y examinó la herida de su hombro en un espejo. Era superficial. Rost le puso una venda.
"Necesito encontrar dinero," dijo Stravinsky, "Mi hijo necesita ser sometido a una operación cara. ¿Qué tal va su negocio? ¿Qué tipo de negocio merece el castigo de una fuga, Paul? Quiero ayudarle con su negocio, si puedo," ofreció Stravinsky a Rost.
"Mi amiga está en la cárcel y quiero liberarla," respondió Paul.
"¿Es una mujer?" preguntó Stravinsky.
"Sí. Está en la prisión Mezzeh. Está muy lejos, en Siria," dijo Rost.
"Quiero ayudarle, Paul. Pero... ¿Cómo lo va a hacer?" Stravinsky no podía comprenderlo.
"Con dinero. Podría sobornar a los guardas..." contestó Rost.
"¿Tiene dinero?" preguntó Stravinsky.
"No, pero creo que podría coger algunos millones de un banco," explicó Rost.
"¿Está planeando atracar un banco?" se informó Stravinsky.
"Conozco a una persona a quien le encantaría hacerlo," dijo Rost, "Mire," añadió.
Stravinsky se levantó y caminó hasta Rost. Miró los monitores de la cámara que mostraban las dos entradas a la farmacia. En una de ellas se veía un hombre. Se puso la chaqueta sobre la cabeza y levantó la mano. Luego se bajo la chaqueta y la volvió a colocar sobre la cabeza y levantó la mano de nuevo.
"¿Qué está haciendo?" preguntó Stravinsky, "Lo he visto en alguna parte. ¿Quién es?"
"Es John Vega. Está practicando. Quiere robar esta farmacia," explicó Paul, "Aquí hay un micrófono,” dijo, y apretó el botón del micrófono. El hombre se volvió a poner la chaqueta sobre la cabeza y levantó la mano: "¡Esto es un atraco! ¡Ponga el dinero en la bolsa!" gritó.
"Está entrando. Quédese detrás
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