Das Zweite Spanische Lesebuch (Spanische Lesebücher)
del mostrador," dijo Rost a Stravinsky.
La puerta de la farmacia se abrió y entró un hombre. Vio que no había clientes en la farmacia- A continuación se puso la chaqueta sobre la cabeza y levantó la mano, en la que llevaba una pistola.
"¡Esto es un atraco! ¡Ponga el dinero en la bolsa!" gritó. Caminó hacia el mostrador y tiró una bolsa de plástico. Stravinsky levantó la cabeza y miró al atracador. El atracador reconoció a Stravinsky y dio unos pasos hacia atrás, sorprendido.
"Discúlpeme, Sr. Director," oyó el atracador, y giró la cabeza. Paul Rost estaba de pie apuntándole a la cabeza con su pistola, "¿Podría decirme qué emociones siente una persona cuando roba el banco que él mismo dirige?" preguntó Rost, y bajó su mano de la cabeza del atracador. John Vega miró a Rost con sorpresa. Rost añadió: “Estoy seguro que el orgasmo de cinco minutos es una de las razones de atracar un banco que dirige, ¿No es así, John?
"¿Rost? ¿Por qué siempre me está siguiendo? ¿Qué quiere de mí?" Vega se sentó en el suelo, "Por favor, véndeme la mano. Y aquí me duele mucho," añadió, señalando su estómago. Entonces Rost se dio cuenta de que Vega también estaba herido. Vega estaba tumbado en el suelo y percibieron que había sido gravemente herido durante el accidente. Stravinsky le vendó la mano y le dio analgésicos. Rost se sentó a su lado en el suelo.
"¿Cómo está su hijo?" preguntó Rost a Stravinsky.
"Le hicieron una pequeña operación, pero no dio resultado," contestó Stravinsky, "Una operación grande cuesta cientos de miles," se estiró la ropa, "Los médicos le dieron tres meses, así que tengo tres meses para encontrar el dinero," dijo Stravinsky, y se calló. Vega se recuperó lentamente. Abrió los ojos y miró a su alrededor:
"¿Rost? ¿Por qué me está siguiendo?" dijo Vega, "¿Qué quiere de mí?"
"Necesitamos que vuelva a robar su banco. Ya lo ha robado dos veces, así que la tercera será un juego de niños para usted. Se llevará el treinta por ciento," sugirió Rost.
"¡Me llevaré el cincuenta por ciento! ¡Porque es mi banco!" protestó Vega.
"Era su banco," Rost miró a Stravinsky buscando su apoyo, "De acuerdo, treinta y cinco por ciento. ¡Acepte o lo entregaré a la policía por atraco a mano armada a una farmacia!” pidió.
"¡Ese porcentaje es un auténtico robo! ¡Y no le permitiré robar un banco que yo dirijo!" Vega los miró, "¡No me dejan opción!" puso la cabeza sobre el suelo, "Acepto."
En aquel momento se abrió la puerta y entró el policía que había visto a Rost y a Stravinsky aquella mañana en el cruce. Stravinsky se quedó junto al mostrador. Vega y Rost se ocultaron silenciosamente en la sala de servicio. El policía avanzó hacia el mostrador mirando atentamente a su alrededor.
“Buenas noches. ¿Desea algo?" preguntó Stravinsky.
El policía no contestó. Examinaba todo atentamente. Luego se llevó un dedo a los labios, sacó una pistola y apuntó a Stravinsky.
"Déme pastillas para el dolor de cabeza," respondió el policía, caminando en silencio hacia la puerta de la sala de servicio. Abrió la puerta de una patada y Rost, que estaba al lado de la puerta, cayó al suelo y dejó caer su pistola.
"¡De rodillas!" gritó el policía. Rost y Vega se pusieron de rodillas. El policía apuntó a Stravinsky, "¡Quédate ahí! ¡De rodillas!" También se puso de rodillas. El policía recogió la pistola de Rost.
"La compañía al completo se ha reunido," el policía miró a cada uno de ellos a los ojos, "¡Tú!" señaló a Vega, "Átales las manos," ordenó.
Vega hizo lo que el policía le había mandado. A continuación el policía también le ató las manos a él.
Schwarz und Weiß (Teil 1)
In einer kleinen Gasse geriet eine Gruppe von betrunkenen Teenagern in einen Streit mit einem Passanten. Der Passant wollte ihnen seine Tüte mit Essen nicht geben. Die Teenager umringten den Passanten. Die lachten und schrien. Einer der Teenager nahm ein Messer heraus. Der Passant gab ihnen sofort die Tüte. Die betrunkenen Teenager begannen das Essen aus der Tüte zu essen. Sie bemerkten nicht, dass von hinten ein Polizist auf sie zukam. Der Passant flüchtete. Der Polizist nahm seine Waffe heraus.
„Guten Appetit“, sagte der Polizist. „Jetzt müsst ihr für den Imbiss zahlen“, fügte er hinzu und richtete die Waffe auf die Teenager. Die Teenager schauten den Polizisten ängstlich an.
„Ihr habt zehn Sekunden Zeit,
Weitere Kostenlose Bücher