Das Zweite Spanische Lesebuch (Spanische Lesebücher)
la puerta.
"¡Baja por este pasillo! ¡Camina hasta la puerta y después para!" ordenó. Vega bajó por el pasillo y llegó a la puerta. Se detuvo. El guarda llamó a la puerta y la abrió.
"¡Entra!" le dijo a John Vega. Vega entró en una habitación grande. Allí había dos jaulas grandes. Un hombre estaba sentado dentro de una de las jaulas. El guarda abrió la otra jaula.
"¡Entra!" ordenó de nuevo. Vega entró en la jaula y miró a su alrededor. En la habitación había unas cuantas mesas con gente sentada detrás. Vega se dio cuenta de que era una sala de audiencias. Cerca de la ventana, dos obreros pintaban la pared. La habitación olía fuertemente a pintura. Los obreros llevaban ropa de rayas, y Vega se dio cuenta de que eran presos.
"Señoría," declaró una de las personas, levantándose, "solicito un castigo severo para este rufián," señaló con asco hacia el hombre de la otra jaula. "Prometió a cinco mujeres trabajo en una tienda, pero en lugar de eso las explotó sexualmente. Yo, como fiscal, ¡solicito una pena de 190 años de cárcel o pena de muerte!"
"¿Qué dice la defensa?" preguntó el juez.
"Señoría, esas mujeres fueron explotadas sexualmente muchos años antes de que él les ofreciera trabajo. Al menos dos de ellas han proporcionado servicios sexuales a turistas en la capital," dijo el defensor, hizo una reverencia y se sentó.
"190 años de cárcel y la pena de muerte son castigos demasiado severos para él, dado que han proporcionado servicios sexuales," el juez miró al hombre de la caja y se rascó la nariz. "Esta es mi decisión: ¡95 años de cárcel y la confiscación de su propiedad!" dijo. Un guarda de seguridad se acercó a la jaula y abrió la puerta. El hombre salió de la jaula.
"¡Agradece al juez su decisión y hazle una reverencia!" ordenó el guarda.
"Gracias, Señoría," dijo el hombre, hizo una reverencia y salió de la sala de audiencias.
"Señoría," dijo el fiscal, levantándose, "Este rufián robó la furgoneta de una tintorería. Amenazó al conductor con una pistola. Se llevó una bolsa de ropa sucia. Los oficiales de policía que lo arrestaron vieron cómo abría la bolsa y olisqueaba la ropa sucia. Creemos que es el que roba la ropa que las mujeres ponen a secar. ¡Este loco lleva actuando dos meses en nuestra ciudad! ¡Solicito 350 años de cárcel como castigo!"
"¡Protesto!" gritó Vega, "¡Llegué a su ciudad hace dos días!" se justificó.
"¡Silencio! ¿Qué dice la defensa?" preguntó el juez.
"Señoría, ¿podemos consultarlo con nuestro cliente?" preguntó el defensor.
"Adelante, pero que sea rápido," pidió el juez, y bostezó.
El defensor se acercó a la jaula en la que estaba sentado Vega. Vega se acercó a él.
"Ayúdeme. Le pagaré," dijo en voz baja al defensor.
"En nuestro país es posible castigar solamente una parte del cuerpo," respondió el defensor en voz baja, "Dado que sujetó la pistola y olió la ropa sucia utilizando solamente su mano derecha, entonces podemos castigar solo la mano," continuó.
Vega miró a su defensor: "¿Qué quiere decir?" preguntó nerviosamente.
"Quiero decir que el juez puede castigar solo su mano derecha," sonrió el defensor, y guiño un ojo, victorioso.
"¡Suficiente! Casi es la hora de cenar y estoy cansado," dijo el juez, "De modo que, ¿qué dice la defensa?" volvió a preguntar el juez.
"Dado que mi defendido tenía una pistola y olió la ropa sucia con su mano derecha, pido castigar solamente su mano," dijo el abogado, e hizo una reverencia.
"¡Esperen un momento!" gritó Vega, "¡Solicito que lleven a cabo un experimento de investigación!"
"¿Para qué?" dijo el juez con sorpresa, y se rascó la cabeza. Todos miraron a Vega con interés.
"¡Puedo probar que no fui yo quien robó la furgoneta de la tintorería!" propuso Vega.
"¿Entonces quién lo hizo?" el fiscal estaba sorprendido. Todos miraron a Vega. Los obreros dejaron de pintar y también lo miraron con interés.
"El conductor de la furgoneta de la tintorería es el líder de una peligrosa organización terrorista. ¡Me dio una pistola y me ordenó hacerlo! ¡Hay una bomba en esa furgoneta! ¡Quiere volar la comisaría de policía y la prisión! ¡Se lo mostraré, Señoría! ¿Podemos llevar a cabo un experimento de investigación?" gritó Vega.
"Sí," aceptó el juez, "¡Rápido, lleven a cabo un experimento de investigación y arresten al conductor! ¡Arresten a todos los terroristas! ¡Rápido! "
Los guardas
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