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Das Zweite Spanische Lesebuch (Spanische Lesebücher)

Das Zweite Spanische Lesebuch (Spanische Lesebücher)

Titel: Das Zweite Spanische Lesebuch (Spanische Lesebücher) Kostenlos Bücher Online Lesen
Autoren: Elisabeth May
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apesta a cigarrillos. ¿No lo hueles?" pregunta el transportista.
    "¿De veras?" el detective olisquea su sillón. "Sí, probablemente apesta," dice.
    "¡Huele a cigarrillo!" dice el hombre nerviosamente. Paul mira hacia su brazo y ve allí un tatuaje: "¡No hay tiempo que perder!" Cargan el sillón en el camión y vuelven a entrar en la casa. El hombre da vueltas y mira las cosas.
    "¡Aquí también apesta! Ahora esta mesa," dice. Cogen la mesa y la llevan fuera. El cajón de la mesa se abre y cae de él un poco de pan, un plato, calcetines y un periódico.
    "¿Qué es eso? ¡Mira eso! Un poco de pan, calcetines, un plato y un periódico están encima de la mesa. ¡Es la persona más apestosa del mundo! ¡Es un auténtico apestoso!" grita el hombre nerviosamente. Paul tira la mesa, salta sobre el hombre y cae al suelo con él.
    "¡Cállate!" grita, "¡Cállate! ¡Ladrón asqueroso!" Paul está muy nervioso, "¡Tú eres el apestoso! ¡Tú sí que eres apestoso!"
    Paul Rost pone las esposas al hombre y dice: "¡Esta es mi casa! ¡Y ése es mi sillón! ¡Y esta es mi mesa y mi plato! ¡Tú, ladrón asqueroso y apestoso! ¿No hay tiempo que perder? ¿De veras?"
    El hombre está tumbado en el suelo. Intenta comprender qué está pasando.
    "Bueno, ¿es esta tu casa? Es increíble..." el hombre finalmente lo comprende. Mira al detective. Después empieza a reirse.
    "¿Así que tú eres el apestoso? ¿Estas cosas son tuyas?" ríe.
    "¡Sí, tú eres un ladrón asqueroso y apestoso! ¿No perder el tiempo? ¡Vamos a la comisaría de policía ahora!" grita Paul nerviosamente.
    "¡Les contaré todo!" grita el hombre, "Sobre tus calcetines y tu pan, y sobre el viejo sillón maloliente. Y... ¡Y sobre las revistas pornográficas de debajo de la cama!"
    "¿Qué? ¡¿Qué?!" el detective apunta al hombre con una pistola, "¿De qué estás hablando?"
    "Déjame ir. Soy un hombre pequeño y tengo muchos problemas. Solo déjame ir y no contaré nada a nadie," dice el hombre.
    "¿Qué revistas pornográficas?" dice el detective nerviosamente.
    "Si no me dejas ir, lo contaré. Contaré todo lo que he visto y... y... ¡todo lo que no he visto! Por favor, déjame ir," pide el hombre.
    Paul piensa un poco. Separa la pistola. Después le saca las esposas al hombre y dice: "Si te vuelvo a ver ¡te meteré una bala!"
    El hombre se levanta del suelo y sale corriendo. Paul Rost entra en la casa y se sienta en el sofá. Mira a su alrededor. Olisquea el aire. "Sí, probablemente apesta," piensa. Vive solo. ¿Por qué? No puede responder. Nadie puede responder esa pregunta.
     

    Der Umzugshelfer
     
    Es ist Freitagnachmittag. Draußen ist es warm und sonnig. Ein leichter Wind weht.
    Paul Rost kommt gerade von der Bank zurück. Ein seltsamer Mann nähert sich ihm, nicht weit von seinem Haus entfernt.
    „Hey, Mann, lebst du hier in der Straße?“, fragt der Fremde.
    Paul mag diesen Mann nicht. Deshalb sagt er: „Nein, das tue ich nicht. Ich lebe weit entfernt von hier.“
    „Kannst du mir helfen?“, fragt der Fremde.
    „Wie genau?“, sagt Paul.
    „Ich bin ein Umzugshelfer. Mein Kollege ist krank. Und ich muss einige Dinge in den Lastwagen laden und an einen anderen Ort bringen. Ich gebe dir zwanzig Dollar, wenn du mir hilfst die Dinge in den Lastwagen zu laden“, sagt der Fremde.
    „Nun, ich habe gerade frei“, sagt Paul. Der Mann geht zum Haus von Paul Rost. Das Haustor ist offen.
    „Komm’ rein. Es ist hier“, sagt der Mann.
    Paul Rost betritt sein eigenes Haus. Er versucht seine Überraschung zu verbergen.
    „Der Besitzer ist nicht da, aber ich weiß, was er mitnehmen will. Komm’, nimm’ diesen Lehnstuhl“, sagt der Umzugshelfer. Sie nehmen den Lehnstuhl und tragen ihn hinaus.
    „Der Besitzer ist ein richtiger Stinker“, sagt der Mann.
    „Was?“, fragt Paul Rost.
    „Dieser Lehnstuhl stinkt nach Zigaretten. Riechst du das nicht?“, fragt der Umzugshelfer.
    „Wirklich?“, der Detektiv riecht an seinem Lehnstuhl. „Ja, wahrscheinlich stinkt er“, sagt er.
    „Er riecht wie eine Zigarette!“, sagt der Mann nervös. Paul schaut auf seinen Arm und sieht dort ein Tattoo: „Keine Zeit zu verlieren!“ Sie laden den Lehnstuhl in den Lastwagen und gehen zurück ins Haus. Der Mann geht umher und sieht sich die Dinge an.
    „Hier stinkt es auch! Jetzt dieser Tisch“, sagt er. Sie nehmen den Tisch und tragen ihn nach draußen. Die Tischlade öffnet sich und es fällt etwas Brot, ein Teller, Socken und eine Zeitung

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